Caminar, recorrer los lugares que en otro momento recorrimos juntos, ahora en soledad, me traen a la memoria acontecimientos por los que estoy de penitente; como si el arrepentimiento y el aprendizaje de experiencias pasadas, sirviera de algo. Volver a los mismos lugares ¿Sirve de algo?
Una y otra vez, caerse levantarse, solo el ser humano mientras tiene vida lo puede hacer. Si algo he aprendido es que al calentarse el volcán se funden los mas rígidos principios. Renace lo primigenio reduciendo todo lo demás a simples elementos.
En este viaje me acompañan otros caminantes, solitarios, en pareja, en familia y en aras de la independencia nos volvemos transparentes. ¿Qué nos limita para relacionarnos con nuestros semejantes, tan próximos que se vuelven tan distantes? ¿Cómo es que en la Montaña todo el mundo se saluda y en la ciudad todo el mundo calla? ¿Quién da el primer paso en la comunicación en la relación? ¿Importa o llevamos la cuenta?
¿Oscilamos entre la aceptación y el rechazo? ¿Qué hacíamos de niños cuando queríamos algo, Y si no nos lo daban, si nos lo negaban?
Atravieso el “Puente del Descalzo” y me libero de todas estas ideas, me separo de estos acompañantes para iniciar para explorar, esta vez con la guía del mapa.
Te propongo una elección:
Ante dos tipos de mapas, uno en blanco con una flecha que indica la dirección a seguir en cada encrucijada, u otro que muestra todas las opciones sin decirte dónde estás, ¿Cuál tomarías?
Tengo una visión: quiero recorrer todo camino y llegar al final sin tener que volver sobre mis pasos ¿Cómo lo puedo hacer?