lunes, 1 de septiembre de 2014

Madeira, El Jardín del Atlántico. Senderismo

Madeira, una isla de maderera en medio del océano. Plena de agua dulce, alimento y repuesto para los barcos que transitaban el atlántico en el siglo XVI. Ahora un destino turístico al alcance de 2h de avión, que reporta múltiples beneficios a los portugueses, tan empobrecidos, tan luchadores por sobrevivir. En la isla se tiene de todo, buen tiempo, abundante vegetación y recursos naturales. Un paisaje cambiante que ha descubierto en la naturaleza, la nueva fuente de la riqueza, el turismo.

Los juegos de vegetación, agua, nubes y pendientes, hacen de este lugar un parque de atracciones donde una vez vivió desterrada la familia del Archiduque Carlos I de Austria. Un lugar dónde no pasa el tiempo y sus gentes viven volcadas al mantenimiento de la hacienda. La sorpresa es mayúscula, tan grande como sus cumbres y sus abismos. Los juegos de colores, tamizados por la bruma y las aterciopeladas nubes, la suavidad del lugar, los paseos, te dejan atónito. Desde las cumbres del pico Ruivo, hasta la zona desierta de la punta de San Lorenzo, pasando por el corazón verde del Caldeirao Verde. Al verlo, uno se queda enamorado, se le expande el corazón, tan grande como la isla.

Cuesta imaginar los días de las tropas militares del siglo XVIII, asentadas en la fortaleza que domina Funchal, sin otro avistamiento de llegada de barcos, que las luminarias que estos portaran. Sin radio, sin señales del exterior, solo las estrellas. Sin saber si la llegada sería de corsarios, piratas o emisarios del rey de Portugal, sin internet y sin móviles. Una vegetación y naturaleza que dominar y muy pocas herramientas, solo la perseverancia y la paciencia.