domingo, 19 de enero de 2014

Un cabo de Madrid a Zúrich

Había llegado el frío, el invierno a la capital. Las navidades y un fuerte temporal habían llenado de agua el mar y de nieve las montañas. Nevado como en mucho tiempo, las estaciones de esquí rebosaban y se podía elegir destino. Los folletos de ski resort se deslizaban entre los dedos de Alicia, 4 ó 5, de España, de Andorra y los Alpes suizos. ¿Cuál elegir era la gran duda?

Alicia recibió una llamada de Sonia, que le hizo poner una expresión de sorpresa en su cara. Deportista, emprendedora, había tenido un par de fracasos de sus últimas iniciativas, una franquicia de comida Tailandesa y una academia de enseñanza de un método japonés, la habían llevado a consumir sus recursos económicos. Se había acostumbrado a los restaurantes chic, último modelo de ropa y acompañantes caros.

Todo lo contrario que Sonia, su compañera de maratón, que se conocían desde hace tiempo, siendo esta última de aspiraciones mas modestas, aprovechaba los modelitos varias temporadas, la ropa deportiva se llenaba de agujeros antes de cambiarla, ganándose la vida con trabajos para salir del paso. En el fondo envidiaba el tren de vida de Alicia, que aun caída en la desgracia económica seguía aparentando abundancia.

Un conocido de un antiguo novio de Sonia, le propuso un encargo fácil: Viajar a Suiza, aprovechado la estación de las nieves y entregar un paquete sin hacer preguntas.
Gastos pagados y 3.000 para las dos, por un viaje de una semana sin riesgos.

-      Nada de drogas, anticipó Sonia
-     Me pillas con los folletos de los viajes de esquí, le respondió Alicia.

viernes, 10 de enero de 2014

El valor del viaje. 12 Octubre.

     Una vez mas en presencia, abriéndome a los demás, me uno al viaje insólito de la naturaleza, olvidando situaciones previas o sin resolver para centrarme en el presente. Es uno de estos viajes organizados por una de tantas Asociaciones que aman el senderismo, la naturaleza y por precio seleccionan a los asistentes. No pueden ser estudiantes, en el paro o mantenidos, no se lo pueden permitir. Estoy rodeado de expectantes desconocidos para ver quien atraviesa primero la frontera de la timidez.

     Al subirme al autobús me aborda la sensación de una búsqueda de semejantes, de los que piensan, actúan o con los que tengo experiencias similares. Ahora no importa el físico, la edad, la procedencia, la condición social, la formación o cualquier otro criterio que se te ocurra. Solo los que compartimos circunstancias además de estar allí sentados. Me asalta la inquietud: ¿Elegimos nuestros compañeros de viaje al azahar o alguien misteriosamente los puso allí para nosotros?

     Poco me importa la respuesta, actuamos según nuestras tendencias o necesidades y así nos relacionamos. Nos agrupamos en sectas por afinidades que nos acompañan en nuestro viaje de descubrimiento. Mirando a mí alrededor, no veo menores de treinta y tantos. Sentados con la mirada en el infinito, demuestran la perdida de la adolescencia, de la necesidad de identificarse con el grupo y de intercambiar libremente información.

      Nos ponemos en marcha y a medida que el bus toma ruta y velocidad, aumenta el rumor interno, sube nuestro nivel de conversación. El murmullo generado por las transparencias de algunos, les hace confundirse con el grupo; a otros sus silencios les diferencia. Con esta visión, la metáfora de la hermandad entre los hombres, se torna inverosímil. Esta sensación, esta incredulidad, me resulta familiar. Conocido el trato entre hermanos de la misma familia. Tan allegados y tan desavenidos. Mis iguales, mis rivales, ante los limitados recursos (los materiales); mis iguales, mis semejantes, ante los ilimitados (los dones inmateriales).

lunes, 6 de enero de 2014

El Castañar del Tiemblo 2013 11 01

A pocos Kilómetros de Madrid está el Tiemblo en la provincia de Ávila hay un pueblo que nos recuerda el efecto de los terremotos, pero solo por su nombre. Es un lugar ideal para visitar en primavera y en otoño. Un castañar con frutos auténticos que permite vivir la magia de las estaciones, una por sus brotes y otra por sus frutos. 

Permite realizar un paseo suave en familia, donde se retuercen las formas de los árboles. Son esculturas vivas, algunas centenarias. No caben en el objetivo de la cámara. Solo una generosa mirada en movimiento abarca las formas y el paisaje.

      Ir temprano, en otoño es conveniente llevar almacenaje para recopilar los generosos frutos del lugar. Allí se recupera la paz, el silencio y las ganas de vivir. Un generoso lugar, lleno de gnomos, atravesado por un arroyuelo, con sus ninfas que nos susurran historias al oído, nos adormecen con sus cantos y nos transportan con sus cuentos.

     Merece la pena disfrutar.

Traza de la Ruta.

miércoles, 1 de enero de 2014

Explorando la Senda Montañosa 2013 08 24

En verano cuando el calor aprieta, cuando secan las fuentes y el viento no vuela, es el momento de buscar la sombra, remanso, arroyo y sueño, que formen brisa y nos hagan consumir el tiempo.

La barranca un valle horadado por un arroyuelo que alimenta el embalse del ejército y Navacerrada, el lugar adecuado para perderse del calor y el ruido. Abunda la sombra, el silencio y la ribera. Sendas de ganado que el hombre ha recuperado para explorar el lugar. Tener fe o guía, nos servirán  y encontraremos la senda que os conduce, escondida hacia la cumbre de la Maliciosa. 

¿Quién la habrá marcado en blanco y verde?

Rezando, buscando, deseando encontrar la siguiente marca que reverdecerá el rastro. Ahora sombra, allí solana, mas allá sequía a; como respiro en la quebrada, un promontorio, montura de la montaña, invita a respirar a enjugar la garganta. Y la brisa, cuando sopla ahoga, con su lengua de fuego, con su tórrida mirada, me dobla la espalda, me humilla, me arrodilla.

Cuentas de rosario, las marcas a mi paso, ascienden por la dorsal hasta la cresta, hasta el collado en la piedra forjada. Hacia la derecha la maliciosa, alta, orgullosa, ambiciosa; hacia la izquierda el valle, frente a mi “bola del mundo”. Pausa, medito, no hay camino, hay que crearlo. Mapa, brújula y cansancio en ristre, hacia otra senda me lanzo atrevido, aventurado, venciendo al miedo de estar perdido, sabiendo de antemano que en el siguiente valle, oculto en algún lugar, me aguarda otra vereda.