lunes, 1 de diciembre de 2014

La Palma – La Isla bonita en una semana de Senderismo

Recalamos en Santa Cruz de la Palma. Nos toca llegar al puerto más occidental de la tierra conocida y que los navegantes utilizaban llenar sus barcos con provisiones y agua dulce antes de embarcarse durante 3 meses en busca de las Américas. Casas coloniales, con balcones colgantes, construidas con piedra volcánica y encalados a rabiar para alejar las enfermedades en un tiempo donde no existía el alcantarillado o el agua corriente. Vigilados desde las alturas por los dioses escondidos tras las nubes, haciendo manar el Maná y miles de exóticos alimentos.

Ante todo hay que desvelar el misterio y subir a lo más alto para comprobar si allí se alojan dioses desterrados del Olimpo, El Roque de los Muchachos. Hoy santuario de la luz de las estrellas, plantado de lustrosos observatorios, con instrumentos que nos caben en la palma de la mano salvo los métricos espejos o las ciclópeas aurículas de microondas. Una zona abrupta, orogenia, de generación reciente, árido paisaje lunar de roquedos en busca del Sol desde donde tenemos vista panorámica sobre la isla, la caldera de Taburiente, el mar y en días claros se divisan otras islas orientales e incluso el Teide.

Todo alrededor está abrasado, pulido por el viento, por el fuego interno ígneo, magmático y rostizado por el sol. Allá por donde mires las nubes algodonean las cumbres y aplican un suave bálsamo que con su efecto hace brotar el verdor. Trazado de la Ruta.

Si todo lo vemos desde arriba en perspectiva, ahora nos toca ir bajando. Poco a poco nos adentramos en la Caldera de Taburiente y el Barranco de las Angustias.

Al pie de los roquedos lanzados hacia el cielo desde el profundo Hades. El agua hace su efecto y verdea con el contorno frondoso  de los pinos canarios, altivos fuertes y resistentes a las duras condiciones, al árido terreno que con paciencia transforman en fértil vergel. Asentados guardianes sustentan los acantilados, las rocas y el terreno. Abrigado del viento del norte, crecen hermosos, contando su historia al calor del sol. La vida se asoma por doquier y en la hoya natural se recogen torrentes de lluvia, que se duermen entre la fina roca molida hasta el infinito. Abundantes manantiales, salen al sol y se esconden entre las finísimas piedras del lugar, como lo hace la “Cascada de Colores”. Llamada así por los tonos de los elementos mostrados al sol. Amarillos sulfurosos, amatistas, granates férricos, esmeraldas y rubís decoran la pared que acaricia el arroyo junto a los embrutecidos diamantes que la escoltan.

Para descubrir este hermoso lugar solo podemos escuchar el camino y esperar.  Recóndito lugar donde se esconde esta “Cascada de Colores” indicada por una tímida lengua  de plata, que según la hora del día, se transforma en aurea corriente. Sin marcas, sin indicaciones, llegamos allí de pura intuición. Lo muestra el rastro de otros caminantes, que dejan su huella temporal en el negro lecho del arroyo donde se apacigua.

Caminar por el barranco de las Angustias es el final que humilde el recorrido, realizamos para salir de allí. La arena cede a nuestros pies y el sendero juega con nosotros. Se asoma atrevido el cauce y al terminar nos ciega el sol como impidiendo que nos marchemos de allí volviendo la vista atrás. Trazado de la Ruta.

Visita obligada son los nacientes de Marcos y Cordero y el bosque de los Tilos. Seguimos la pista del agua hasta su nacimiento. Para llegar traspasamos las entrañas de la tierra, agradeciendo el trabajo que realizaron hace dos siglos llegando donde el metal general el agua. Nace a borbotones, con fuerza generosa, llena de energía y vitalidad. El camino se sumerge bajo el naciente para salir y ganar altura en perspectiva.

Llegando hasta lo mas alto, saltamos hacia el pasado, como en una montaña rusa, sin salirnos de la única vía, crecen por doquier, paredes verticales y abismos abisales, escondidos tras un  liviano velo de vegetación; avanzando nos abraza el jurásico, helechos gigantes; inmensas y descomunales, piedras y paredes talladas por cíclopes, bendecidos por la calma y el buen tiempo. Surcamos el torrente para salir de allí hasta adentrarnos sigilosos hacia el bosque donde se obscurece el sol bajo la cubierta de los Tilos Milenarios.

Juegan con nosotros, nos acarician, se esconden. Nos zarandean de un lado a otro y aun reinando el astro en el firmamento parece que nos envuelve la noche. La suave pendiente nos acelera hasta llegar a la casa del bosque, donde nos situamos al comienzo de la mañana. Trazado de la Ruta.

Queremos dirigirnos al  norte de la isla, donde llega el viento, Barlovento. Una vasta tormenta azota la isla. Allí somos recibidos por el rey del elemento, con tal fuerza, que no deja, piedra, planta o animal quieto e indiferente. Allí el viento se torna amo y señor sin dejarnos parar. Si encontramos refugio tras los muros de iglesia o convento, nos lanza la lluvia que de nuevo nos pone en movimiento. Increpa la mar, las nubes y sus brazos resuenan amenazadores entre la vegetación y los escarpados cortados. Tanto es así, que buscamos refugio en el “Cubo de la Galga”, donde se espesa y fondosea la “Laurisilva”. Selva primigenia de laureles, arbustivos, musgos y líquenes, que escondidos han desafiado el tiempo y la modernidad perpetuándose como testigos del origen de las especies. Trazado de la Ruta.

Hoy guiados desde el cielo, no hay caminos secretos, y nos adentramos confiados hacia el Mirador de Somada Alta, emergiendo de la foresta, vemos el arco iris y oteamos los barcos en su llegada.

En el trópico, cerca del paraíso, parece que siempre tiene que reinar el buen tiempo y ¿qué pasa cuando todo cambia? En este barquichuelo en medio del océano estamos sujetos a los caprichosos vaivenes meteorológicos. En cualquier momento pueden desde el cielo extender las nubes sus alas, desde los Pirineos hasta Fuencaliente, en la Palma y hacer de nosotros cascarón de nuez en el inmenso mar. Solo queda buscar refugio y esta vez hacia las “Fuentes de la Breña”. Un corto sendero recorrible en 3 horas, que nos lleva por pintorescos lugares, donde alguna vez brotó espontánea el agua. Se marcan los sitios como fuentes y solo quedan los esqueletos. Lo agradecido es que el sendero se ajusta a nuestros pies, nos sube, nos baja y entre la frondosa hojarasca nos defienden los castaños.

Son sus  fuentes “Aduares, Melchora, Espirel y el lavadero de la Fuente grande”, los monumentos esculpidos en la vegetación. Los Dragos gemelos nos dan remanso, ternura y cobijo, nos recuerdan centenarios el paso del tiempo. De lento crecimiento, un brote cada 15 años, ¿Cuántos viajeros como nosotros habrán pasado?

Si te descuidas entre tanta naturaleza aparecen los signos ruidosos de la civilización; los ladrillos, las casas, los coches que nos traen de vuelta a la cruda realidad. Por un momento hemos vivido aislados formando parte de la historia natural, donde no pasa el tiempo, solo algún cantarín ha musicalizado nuestro paso.  Trazado de la Ruta.

Hay que ver de todo, y para el final dejamos la fuerza magmática de los volcanes San Antonio y Teneguia para llegar hasta el faro de Fuencaliente. Nos toca visitar la catedral de la creación, los dragones durmientes que despiertan cada cientos de años y remodelan el paisaje.  Trazado de la Ruta.

Algunos lugares se resisten y sobreviven, como el Roque de Teneguia, espolón, vestigio de formas pretéritas, y aun con la amenaza de estar la isla montada sobre una plataforma abisal de 4000m de profundidad. Allí el mar nivela la vida y nos sitúa. Sin él, cómo podríamos encontrar nuestro lugar. Trazado de la Ruta.

Dejamos la tierra aún caliente, sin saber si por el sol o por las fuerzas orogénicas o por el fuego interno. Hemos recorrido la isla desde lo más alto, hasta lo más frondoso, descansando cada día junto al mar en la Playa de los Cancajos.  Cada vez que escapamos hacia la espesura nos acabamos refugiando en el mar.


Sin más y desde la Playa de los Cancajos, a la orilla del mar, me despido de esta isla en nuestra travesía que por una vez  nos acompaña en siete días de nuestra existencia.

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