sábado, 13 de diciembre de 2014

Viaje invernal en Fuentes Carrionas

¿Importa cómo se llame el destino?

Una vez más, a ciegas se mezcla la baraja y se reparten cartas, caprichosa o con razones misteriosas para nuestro conocimiento. No hay posibilidad de hacer trampas.

Hacer algo que rompa la rutina, nos aleje de la zona de confort y nos lleva hacia lo desconocido, a la aventura. Por mas que investiguemos hacia dónde vamos, la realidad, nuestra capacidad de reacción, el amor al desafío y conocer el límite de nuestras posibilidades son los ingredientes necesarios para crear esta orquestación única.

Preparamos y olvidamos el viaje, y nos preguntamos qué hacemos allí y dónde vamos. Lo que hacemos está por descubrir, dónde vamos no importa, el disfrute está en el camino.

Hay mucho que limpiar, que reordenar, que dejar dormir, que olvidar. Son muchos años de preparación y por tanto las reacciones se vuelven sutilmente acomodaticias. Confiando en uno mismo se encajan a la perfección los lugares y los acontecimientos, sin otras herramientas e instrumentos que el cuerpo mismo.


La primera jornada nos muestra el Cañón de la Horadada, su central eléctrica y el paraje natural de las Tuerces. Se yerguen ante nosotros desafiantes megalitos del pasado ciclópeo de la tierra, de una ciudad abandonada a toda prisa, llevando solo lo necesario ante la destrucción inminente. Restos de puentes, estructuras, pórticos, canalizaciones y fundamentos de palacios y catedrales con su campanario y su cruz.

El firme, resbaladizo barnizado por la finísima lluvia y la tamizada vegetación. Sobre palillos nos atrevemos a permanecer en el lugar. Un paso en falso y dará con nuestra sensibilidad contra el desgaste y la erosión. Sigilosamente se apaga el día dejando paso a un frío glaciar que clausura el lugar y nos recoge hacia nuestra posada. Imposible escapar.


La segunda jornada nos comienza antes del amanecer; velamos las armas, es nuestra meta, preparación para el cuerpo, montamos las armaduras y las calzas para salir al campo de batalla y luchar contra los gigantes que a veces molinos. A unos se les figuran cumbres agrestes y desoladas, y a otros paisajes sobre un desfigurado desfiladero. Los días invernales son cortos y un desliz y seríamos pasto de las alas tenebrosas de la noche. Los gélidos velos nevados nos esperan enterrando cualquier muestra o marca.

Nos dirigimos en procesión a homenajear al Espigüete. Poco alargado o agradecido, mas bien pomposo y gelatinoso suflé pétreo, olvidado de compañeros u otras cadenas montañosas. Defienden el lugar rocas escondidas tras la nieve, escobas  que como alocadas hidras azotan miembros y sentidos retrasando cualquier avance.

Habremos de coronar 2 collados, el primero defendido por blancos ejércitos y el segundo por hilillos de agua y vegetación incierta adornada con arcillas.  Nos reunimos celebramos el paso del primero e ignorantes creemos que lo que queda es un paseo. Las dudas se vislumbran al encarar el pliegue de montaña.


La tercera jornada comienza desde el mirador de Piedras Luenga, hacia la Peña Labra con engañoso paisaje suave tamizado y doloso nevado en la cumbre. A cada paso se despeja el camino como el día, hay que ascender y justo al final como en un aliento de cansancio se cubre, se niebla, se estira la tierra y dejamos de percibir el terreno, se cuestiona nuestra fe sobre si llegaremos o no. Raudo nos trae el viento, un velo oscuro, frío y gélido con granizo lacerante....

Pocos metros antes de llegar, la niebla se extiende, se espesa y profundiza la nieve, se extiende el blanquecino y gélido manto desde dónde nos encontramos hacia el horizonte. Todo se vuelve plano, se difuminan las sombras y los pasos se vuelven inciertos y temerosos.

La blanca y eterna espuma se transforma traicionera y engañosa; un paso firme, el otro incierto, hundido y atrapado. Queremos flotar sobre la espuma invernal, si corremos puede que aguante lo suficiente para alargar un paso mas. Siempre como superficie marina que te mantiene ante la velocidad y te acoge ante la pasividad.


La preparación es lo que nos lleva, Nuestros Guías los que nos aseguran la ida y la vuelta y nuestro cochero el que acorta las jornadas. Sin todo ello, ni relato ni narración existiera.

Hoy un día mas curtido y entumecido. Las Montañas Palentinas en Fuentes Carrionas.

1 comentario:

  1. Hay una peli de la que no hablamos... la última de Ben Affeck (Perdida), recuerdas el trailer: "su versión, la de ella y la realidad", o algo así. Pues es una verdad absoluta. Vamos que el relato del viaje es precioso, pero ¿donde estaba yo? porque yo solo recuerdo el frío de mil demonios del primer día, el paralizante dolor de piernas del segundo, y terror ante el descenso del tercero!!! Una descripción preciosa de un viaje increible que me puso al límite de mi resistencia y, me presento a un tipo genial. Un abrazo Pedro!

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