sábado, 15 de noviembre de 2014

Las Medulas en el puente de la Almudena

Los viajes en el tiempo son posibles, una vez más. Hay quien lo provee,  sin ser como en las pelis, con la imaginación, visitando lugares encumbrados en el recuerdo a base de monumentos, iconos y testimonios.

Llevados allí, atrapados sin salida, nos condicionan, modifican la atmósfera, como  máquinas de transacciones generadores de sensaciones, emociones, pensamientos y sentimientos.  Lo moldeable y sugestionable que somos los humanos, según los periodos de tiempo, todo el universo está sujeto a cambios y transformación. En un viaje de tres días, las horas son intervalos mas que suficientes. El grupo se transforma en otra máquina moldeadora de voluntades e ideas. Nadie quiere estar fuera, todos queremos participar.

Si los objetivos no están claros, nos perdemos, todo queda sujeto a interpretación y baja el grado de satisfacción. Luego que cada uno con lo que reciba haga lo que pueda.

Salir al campo es una actividad de estar con sigo mismo. Reconocer los propios recursos y límites. Nuestros ritmos son dispares, son distintos, nuestra situación en la vida, el momento vital. Queda obligado asumir que tenemos pasos diferentes, respetar la propia medida y aceptar la soledad como resultado de la propia iniciativa.

La respiración, una vez puesta en marcha, conociendo los procesos vitales, dinamizados y dejando que la naturaleza obre su maravilla. Su ignorancia, nos libera de responsabilidad y asumir el control puede mejorar la eficiencia, así como modificar su ritmo y su resultado.

Lugares mágicos y cargados de historia como Astorga y Ponferrada; visitar el valle del Silencio. Bordear sus montes, surcando sus ríos, dibujando las arrugas, los pliegues y las cicatrices del terreno. Desde la altura, los bosques se transforman en manto y dentro del manto los visitantes no convertimos en hojarasca.

El frío nos seca el sudor y nos aleja del campo hacia el recogimiento. La noche extiende su manto y hace desaparecer las diferencias y los habitantes, iluminan luciérnagas las reliquias de piedra y nosotros nos deslizamos entre las esquinas.
Un lunes cualquiera lleno de neblina y bruma nos dejamos caer por las Medulas, por sus recovecos y grietas, por la torturada mina abandonada, vestida de naturaleza, entre castaños y robledales. Las formas caprichosas nos atraen como visitantes y la lluvia nos emociona.

La traza de la Ruta

No hay comentarios:

Publicar un comentario