Había llegado el frío, el invierno a la capital. Las navidades y un fuerte temporal habían llenado de agua el mar y de nieve las montañas. Nevado como en mucho tiempo, las estaciones de esquí rebosaban y se podía elegir destino. Los folletos de ski resort se deslizaban entre los dedos de Alicia, 4 ó 5, de España, de Andorra y los Alpes suizos. ¿Cuál elegir era la gran duda?
Alicia recibió una llamada de Sonia, que le hizo poner una expresión de sorpresa en su cara. Deportista, emprendedora, había tenido un par de fracasos de sus últimas iniciativas, una franquicia de comida Tailandesa y una academia de enseñanza de un método japonés, la habían llevado a consumir sus recursos económicos. Se había acostumbrado a los restaurantes chic, último modelo de ropa y acompañantes caros.
Todo lo contrario que Sonia, su compañera de maratón, que se conocían desde hace tiempo, siendo esta última de aspiraciones mas modestas, aprovechaba los modelitos varias temporadas, la ropa deportiva se llenaba de agujeros antes de cambiarla, ganándose la vida con trabajos para salir del paso. En el fondo envidiaba el tren de vida de Alicia, que aun caída en la desgracia económica seguía aparentando abundancia.
Un conocido de un antiguo novio de Sonia, le propuso un encargo fácil: Viajar a Suiza, aprovechado la estación de las nieves y entregar un paquete sin hacer preguntas.
Gastos pagados y 3.000 para las dos, por un viaje de una semana sin riesgos.
- Nada de drogas, anticipó Sonia
- Me pillas con los folletos de los viajes de esquí, le respondió Alicia.