Los viajes en el tiempo son posibles, una vez más. Hay quien lo provee, sin ser como en las pelis, con la imaginación, visitando lugares encumbrados en el recuerdo a base de monumentos, iconos y testimonios.
Llevados allí, atrapados sin salida, nos condicionan, modifican la atmósfera, como máquinas de transacciones generadores de sensaciones, emociones, pensamientos y sentimientos. Lo moldeable y sugestionable que somos los humanos, según los periodos de tiempo, todo el universo está sujeto a cambios y transformación. En un viaje de tres días, las horas son intervalos mas que suficientes. El grupo se transforma en otra máquina moldeadora de voluntades e ideas. Nadie quiere estar fuera, todos queremos participar.
Si los objetivos no están claros, nos perdemos, todo queda sujeto a interpretación y baja el grado de satisfacción. Luego que cada uno con lo que reciba haga lo que pueda.
Salir al campo es una actividad de estar con sigo mismo. Reconocer los propios recursos y límites. Nuestros ritmos son dispares, son distintos, nuestra situación en la vida, el momento vital. Queda obligado asumir que tenemos pasos diferentes, respetar la propia medida y aceptar la soledad como resultado de la propia iniciativa.